martes, 29 de septiembre de 2015

Crecí, llegué tarde, perdí algunos trenes... ( 2)

  La resistencia que ejercían las alas adheridas a aquella puerta se hacía sentir (mucho). El deseo de aferrarse a algún nuevo ideal para lograr a la fuerza la ruptura, era un pensamiento repentino. Pero, no. Se seguía con ese dolor punzante de certeza pedestre.
  Hasta que un día, el dueño de la puerta apareció. Sí. Con una excusa, con varias preguntas y con, obviamente, mi respuesta inmediata. El dolor de las alas tensas, alejadas, comenzó a disminuir ya que él se estaba acercando. Otra vez los mismos planteos, otra vez los mismos disfraces y la certeza constante del “no debo”. Sin embargo, ellas aleteaban y yo, de nuevo, me dejé llevar  buscando un nudo en la trama a sabiendas del desenlace, del posible final, del…
 


  La resistencia que ejercen las alas adheridas a aquella puerta se hace sentir. El deseo de aferrarse a algún ideal para lograr a la fuerza la ruptura, es un pensamiento constante. Pero, no. Sigo con ese dolor punzante de certeza, por el momento, pedestre.