Llegué apurada y ojerosa.
Me senté y no escuché sobre qué hablaban los demás. Volví al mundo real, cuando la
puerta se abrió y entraste con tu inmensa sonrisa. Me saludaste distinto,
claro, por primera vez acortando mi nombre y estoy segura de que mis ojos hablaron
porque después del roce, más que sugerente, de nuestras mejillas, alguien me
dijo “¿todo bien?” Traté de disimular
mientras noté que me mirabas de reojo y esbocé alguna frase ridícula sobre el
cansancio y el resfrío. Pero recibí como respuesta un “¿estás segura?” que no llegué a responder porque nuevos
integrantes llegaban a la sala y entre saludos, por suerte, se perdió la
apreciación. Vos, seguías sonriente.
Entonces,
a vos te digo, que después nos volvimos a cruzar y me dijiste, simplemente, “chau,nos vemos” con la misma sonrisa
impecable porque, claro, había que seguir disimulando. Y me miraste con esas
chispas verdes como queriéndome decir otra cosa, me gustaría creer, impedida
por estar enfundados en nuestros disfraces laborales.
A vos, que me hablaste todos los días en el
momento que más lo necesitaba, que sin saberlo me brindaste el apoyo deseado y
la alegría inevitable. A vos, que me saludabas con esa expresión de complicidad,
aparentemente, genuina. La cual, cubría lo que en definitiva, se sentía y
disimulaba en público.
Sí. Vos. Ya sé, no querés nada serio, no me
lo dijiste de manera explícita pero me lo dibujaste en cada comentario al azar.
También puedo suponer que lo sucedido te cayó como un balde de agua helada y ni
se te había cruzado por la cabeza, no
pudiste disimular tu actitud de sorpresa ¿no? Bueno, no sé. Tal vez la culpable
soy yo. Pero me dejé llevar, sí, a mi manera.
Ahora
estoy escribiendo esto, no sé para qué,
y veo cómo el celular se carga. Ya vi que estás “en línea” y te quiero escribir un “hola” pero ¿me resisto?, me resisto de la misma manera que ese
viernes a la noche cuando terminé entre tus sábanas riéndome de tu claro de
luna y pidiéndote que me abrazaras más fuerte.
No sé cómo se actúa en estos casos, te dije
que vos estabas yendo muy rápido y yo necesitaba tiempo. Vos enfatizabas en que
podíamos simular ser dos desconocidos en el ambiente cotidiano y ahora… ¿Vamos
a terminar como dos extraños entre nosotros, también?
Si yo no soy lo que anhelabas, si mis besos
te parecieron vacíos, si mi timidez no te gustó pido, que entreabras otra vez tu
puerta y me ayudes a despegar mis alas de allí.