Ya no puedo pensar en un día en el que abras
la puerta, ingreses con tu enorme sonrisa y desorganices mis ideas. Ya no puedo
volver a reír entre dientes por algún comentario tuyo en “nuestro” lugar inadecuado.
Ya no puedo esperar por sentir tu perfume todos los martes. Ya no puedo
disimular ante los demás con tu presencia. Ya no puedo querer rozar tu barba. Ya
no puedo ponerme nerviosa con tus mensajes. Ya no puedo rechazar tus
invitaciones. Ya no puedo esperar tus propuestas. Ya no puedo porque volé un
ratito (como siempre) y caí rápido, me sacaste las alas. Sí. Pero en vos se
hicieron enormes y te transportaron a un paisaje ahora frío donde seguramente
abrirás nuevas puertas y te recibirán en un idioma que desconozco.
Lo
admito, yo quería seguir en ese planeo intermitente con vos, volando suavecito
y con alas frágiles sin embargo, fui
sincera al decir que me alegraba por tus cambios de vida tan anhelados.
Tus
alas siempre serán más fuertes. Las mías hoy, fuera de mí, están repletas de
ilusiones y luciendo colores pálidos.