A veces creo leer en las miradas situaciones que sus
propietarios no sienten ni desean. Ayer fue un día con planteos internos
relacionados con la vivencia, sí…una media jornada en la que, por alguna razón, me
obsesioné con los ojos ajenos.
Como dice el poeta “hay ojos que lloran-con llanto de pena, unos hacia adentro-otros hacia
fuera…” Sí. Pero, yo…con un criterio que es
difícil de descifrar, los interpreto a gusto propio. La mirada vidriosa del
compañero de trabajo, por ejemplo, mientras hablábamos de un tema que nos
relacionaba (laboralmente) me pareció que decía algo más que “es temprano, tengo sueño”. ¿En esos ojos
negros y profundos había complicidad?
-me pregunté mientras se iba- Si es así, no lo demuestra de otra manera. (¡Ay! qué
me pasa). Idea que me abandonó de forma repentina porque la alegría de otro
compañero era evidente cuando llegó y nos dijo: “soy papá”. Sus ojos irradiaban
chispitas de luz; todos, estoy segura de que las vimos y hasta las sentimos
mientras nos saludaba. Sí. Ellas, primeros nos rozaban y después nos traspasaban los abrigos.
Fue una mañana de miradas masculinas. Las únicas representantes femeninas éramos dos y para ser
sincera, los otros ojos no me dijeron nada convincente. Estaban serios, se
movían de un lado a otro y no planteaban comodidad. De todas maneras, no fueron
víctima de análisis y se les restó importancia. Quizá, porque después de las
situaciones anteriores una mirada transparente se acercó para saludar y me
prendí de la conversación óptica y verbal. La conexión parecía buena. No había
interferencias y el vínculo era ameno. Aunque
el reflejo de los anteojos que lucíamos por primera vez en una charla, por
momentos, en mi caso, opacaba el impacto.
En general, considero
que es muy fuerte la conexión que se
logra a través de los ojos. Y no me refiero al descubrimiento espontáneo en el que dos miradas logran descubrirse
en el mismo punto propio. No. Hago referencia, precisamente, a ese momento en
el que, si los dos nos quedáramos callados, mirándonos, podríamos entendernos.
Lo primero que veo cuando veo a alguien son los ojos. Yo también creo que los ojos, o la mirada, dicen menos mentiras (o les cuesta más decirlas) que la boca.
ResponderEliminarUn tipo que hace un par de años que no veo me dijo...
http://paraquemesirveesto.blogspot.com.ar/2011/01/el-coleccionista.html
Tal cual lo de Mr. Popo. Generalmente me podés estar diciendo de la forma más convincente algo, pero la mirada -y no sólo si es directa, sino la intensidad, el reflejo, las pupilas... el alma, al fin y al cabo- me puede decir cosas totalmente distintas. Los ojos gesticulan, como quién dice. Además sé que tengo mirada penetrante, entonces leo más que lo que quieren mostrar. Beso, Lunática!
ResponderEliminar¡Genial, Mr. Popo! ¡Tal cual, Gabrielli!
ResponderEliminarParece que somos varios los coleccionistas de miradas...
¡Gracias, chicos por sus apreciaciones! ( Se los escribo con una mirada que destella chispitas de certeza, certeza en la que se descubre que muchos miramos con los ojos más abiertos)
:)