Era una reunión familiar. Estábamos todos....
Ya habíamos terminado de comer y la sobremesa se formaba de innumerables voces
que a los gritos se unían en una sola.
No sé quién era el dueño de casa, pero todos
los parientes estaban exultantes. Por momentos yo me veía entre ellos, hablando
con unos, riendo con otros, escuchando, jugando …
También por un patio, al que se podía acceder
por un enorme ventanal, pasaban varios de mis vecinos. No cuestioné su presencia, sin embargo me
asombré cuando descubrí, entre todos los allí presentes, a Mujica Láinez, quien
con ojos tristes y una incuestionable vejez, estaba sentado sobre un
sillón. ¿Cómo sé que era él? Porque era
su cara, sí, también su voz y porque en un momento del sueño, yo, con mi
ejemplar de Misteriosa Buenos Aires me acercaba y él decidía contarme
unos secretos ¿Cuáles? No recuerdo.