martes, 5 de julio de 2016

Crecí, llegué tarde, perdí algunos trenes... (5)

 Me siento una estúpida volviendo por estos lares para continuar lo que alguna vez comencé a escribir. Pero, bueno, así soy. Nadie me va a contradecir.

 Manejo la puerta que siempre se vuelve a abrir porque entrás con tu inmensa sonrisa y no sé cómo dar un portazo. Ya sabés…cuando el aleteo comienza es difícil frenarlo.
 Me gusta el jueguito que, en estos meses, armamos. Lo dicho, lo simulado y lo susurrado se entrecruzan entre sensaciones y perfume.
 Lo que debe quedarme claro es que no somos dos.
 Hay más puertas, más dichos y más perfumes para otras. Y por esas reglas nunca dichas, supuestamente, yo también debería simular, decir y susurrar sobre otras sonrisas pero no sé cómo (no quiero) porque siempre está la esperanza (aunque me cueste admitirlo) del cambio. A pesar de que el último silencio me demuestre lo contrario.

 Sí. En el transcurso del juego, el aleteo es constante pero muy relajado. Saber que puedo contar con vos, aunque sea por un ratito me acerca, lo sé, al dolor que, próximamente, me recordará la certeza pedestre. 

sábado, 19 de marzo de 2016

Crecí, llegué tarde, perdí algunos trenes... (4)

En el día más tranquilo de la semana, en el lugar donde más a gusto me encuentro de pronto escuché una voz conocida, levanté la mirada y…sí, efectivamente, entrabas VOS, otra vez con tu inmensa sonrisa y con tu ¿arrogancia tierna? parecías decir “atención, acá estoy yo”.
  Obviamente, perdí el hilo de la charla, repetí cinco veces (o más) el mismo vocablo y quien me escuchaba atentamente, esbozó una risita cómplice.
  A partir de ese momento, dejé de estar allí. Empecé a volar con ideas posibles hasta que las preguntas que los otros te hacían, me dejaron en claro tu presencia (ya no esporádica) sino ANUAL en el lugar.
  La bomba en mi estómago se hacía cada vez más grande y los cachetes colorados  deberían ser, en mí,  un signo evidente de incomodidad.
  Sí. Lo que era una posibilidad ahora es una certeza: Volviste a mi entorno y te movés en él con tanta soltura… La misma que usaste, sin desperdicio, para escribirme a las horas y para hacerme sentir-vos, sin saberlo- que el tiempo pasó en todos menos en mí.

  ¿Arrancó el juego? Guardaré las alas en el bolso, por si acaso…

viernes, 26 de febrero de 2016

In situ

Después de comentarle mis miedos e inseguridades frente a diferentes hechos vividos y por vivir, una amiga me responde: “Vos quedate tranquila, porque estás en el lugar indicado.” La frase se esfumó entre otros temas, pero ahora acá frente a la pantalla de la computadora, no puedo dejar de pensar… ¿Estoy en el lugar indicado? ¿Quién puede afirmar eso? ¿Será que estoy en el lugar indicado pero no en el momento justo? ¿Eso se logra?
  Nunca me caractericé por hacer las cosas en los períodos correctos, o mejor dicho, establecidos. Con algunas cuestiones, soy atemporal y nunca me interesó la diferencia con el resto, pero hoy necesito tener la certeza de, al menos, estar en el lugar apropiado y por qué no en el momento exacto.

  Diviso un camino que en sí no sé a dónde me lleva (puedo suponerlo), veo nubes de temor, tal vez algunos chaparrones de dudas. Espero que mi paraguas de palabras escurridizas se abra con firmeza creciente. 



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Qué raro se siente volver por estos lares, después de tanto silencio.