sábado, 19 de marzo de 2016

Crecí, llegué tarde, perdí algunos trenes... (4)

En el día más tranquilo de la semana, en el lugar donde más a gusto me encuentro de pronto escuché una voz conocida, levanté la mirada y…sí, efectivamente, entrabas VOS, otra vez con tu inmensa sonrisa y con tu ¿arrogancia tierna? parecías decir “atención, acá estoy yo”.
  Obviamente, perdí el hilo de la charla, repetí cinco veces (o más) el mismo vocablo y quien me escuchaba atentamente, esbozó una risita cómplice.
  A partir de ese momento, dejé de estar allí. Empecé a volar con ideas posibles hasta que las preguntas que los otros te hacían, me dejaron en claro tu presencia (ya no esporádica) sino ANUAL en el lugar.
  La bomba en mi estómago se hacía cada vez más grande y los cachetes colorados  deberían ser, en mí,  un signo evidente de incomodidad.
  Sí. Lo que era una posibilidad ahora es una certeza: Volviste a mi entorno y te movés en él con tanta soltura… La misma que usaste, sin desperdicio, para escribirme a las horas y para hacerme sentir-vos, sin saberlo- que el tiempo pasó en todos menos en mí.

  ¿Arrancó el juego? Guardaré las alas en el bolso, por si acaso…