lunes, 15 de diciembre de 2014

De cómo fueron varios de mis días

 El reloj muestra un seis soberbio separado de dos ceros por dos puntos verticales. Las ganas de comenzar son nulas pero, después de diez minutos prudentes, la responsabilidad hace lo suyo y me encuentro de pie, con varios bostezos atragantados, frente a la taza de café la cual seguramente preparé medio dormida. Me siento en la única silla arrimada a la mesa. Y como todas las mañanas, ella aparece. Podría decirse que es una repetición de días anteriores. Las tostadas me llaman. Un poco de quesito untable. Muerdo. Mastico. Cucharadita de azúcar al café. Revuelvo. Muerdo. Mastico. Trago. Muerdo. Mastico. Bebo. Cambio el punto de contemplación fija. Miro la pantalla del celular que me devuelve un número considerable de mensajes no leídos en WhatsApp. Leo el último: “seguro ya está durmiendo y nos contesta mañana a las 6:30”. Sí, es esa hora. Bebo. Leo los mensajes anteriores para entender la charla. Contesto. Dejo el celular sobre la mesa. Ella me mira. Voy al baño y hago todo  lo que la mayoría de la gente hace ni bien se levanta. Se me hace tarde. Me pongo la ropa que dejé preparada desde el día anterior. Enciendo la tele y un meteorólogo, quien luce una mochila en su espalda, avisa cómo debo vestirme. Siento que voy a tener frío a pesar de que una y otra vez se hace hincapié en la  temperatura máxima del día. Me saco la parte de arriba elegida previamente. Comienzo a sacar una pierna del pantalón, pienso en el jean nuevo. Pienso que voy a tener calor. Vuelvo a poner la pierna en el pantalón de tela  fresca y colorida. Vuelvo a enfundarme con la remera elegida la noche previa ¿Dónde dejé las sandalias? Recorro la casa. Me piso el pantalón. Ella vuelve a hacer contacto visual conmigo. Aunque no parezca estoy apurada y a duras penas, la ignoro otra vez. Haciendo equilibrio me pongo las sandalias. Camino hacia al baño. Busco el perfume. Lo encuentro. Lo uso.  Me vuelvo a lavar los dientes. Me asusto de mi cara y de mis ojeras. Me pongo protector solar.  Elijo ponerme los anteojos sin embargo me guardo en la cartera las gotitas para cuando uso los lentes de contacto. Perfume otra vez. Crema en las manos. Me doy cuenta de que me peiné en algún momento que ya casi no recuerdo o sí. Vuelvo a la cocina. Veo que dejé café. Lo tomo. Me como una tostada. Repito conductas. Vuelvo al baño. Me lavo los dientes de manera rápida. No me quiero mirar en el espejo. Me escapo del habitáculo.  Busco la cartera que en algún lado apoyé. Ella ya me mira con más insistencia, casi pegando su naricita contra el vidrio. Me culpo por ser tan mala. Le recrimino la presencia de su voz. Le hablo apretujando los dientes. Salgo al patio. La acaricio. Le pongo comida. Le pido perdón por no haberle abierto la ventana antes. Ronronea. Hacemos el último contacto visual. Ella hace sus piruetas. Cierro la puerta. Busco la SUBE.

ELIPSIS ELIPSIS ELIPSIS ELIPSIS

  Estoy caminando hacia casa. El regreso siempre varía. Camino ligero por las callecitas del barrio. Tengo hambre. Escucho una moto muy cerca. Más cerca. Aprieto contra el cuerpo la cartera. Me doy vuelta. El motoquero hace zigzag sobre la calle. Tiene casco y la cara tapada. Pienso en las cosas que voy a perder. Una mujer, como por arte de magia, aparece por la vereda en dirección contraria a mí. Escucho: ¡Cuiqui lochoro!” Y respondo “¿qué?” Mientras, el de la moto acelera y parece que desaparece. La mujer me explica: “es un chorro conocido en la zona...” Hablamos sobre el tema. Escucho otra vez el motor. Pienso que estoy hablando con una cómplice. Corro hacia la avenida. Me encuentro con un montón de hombres vestidos con mamelucos azules. Parece que se rompió un caño. Camino ligero. Camino ligero. ELIPSIS. Llego. Un papelito en la mesa indica que estoy sola. Ella aparece en la ventana. Contacto visual Abro. Ronroneamos. Le grito lo hermosa que es mientras la acaricio de manera exagerada. Frena tanto cariño con su patita suave en mi cara. Le hablo con los dientes apretados: “Ay, cómo te quiero”.

ELIPSIS

domingo, 23 de noviembre de 2014

¡¿Qué?!

¿¡23 de NOVIEMBRE!?  No entiendo cómo pasaron los días tan rápido. Si ayer estaba en septiembre, recibiendo la primavera…
Necesito despertar de la monotonía.Ah, ¿ya desperté?
¿Qué me está pasando? A mí no me avisaron que el paquete de pseudoadulta contenía menos días.

 Abróchense los cinturones. Respiren. Cierren los ojos. Hola, qué tal, bienvenidos a la eternidad. 

miércoles, 1 de octubre de 2014

Tanta primavera que no logra llama...




LLUVIA PASADA

Siete días largos la lluvia monótona
golpeó mi ventana.
Siete días largos.
El corazón mismo se llenó de lágrimas.
Nubes en los labios,
En el pecho sombras,
libros en las manos, las mejillas blancas ...
Siete días largos ...
Las aceras húmedas, los negros paraguas.
Hoy nacieron cuatro rosas purpurinas
y están en mi cara.
Oro de los cielos puso ruiseñores
en todas las jaulas.
Sangre borbotea, los pies no se apoyan,
la carne es estrecha y el alma rebalsa;
fluido que ahoga me rodea el cuerpo:
Abierto los poros no retengo el alma.
¡Oh, lástima, lástima!
Tanta primavera que no logra taza
Para ser bebida.
Tanta primavera que no logra llama
Para ser quemada.
Tú, ¿dónde te ocultas, tú, que no has logrado
todavía telas, redes, cribas, mallas,
donde enredarían mis flores azules
vencidas de amores a dulces palabras?
¿Dónde las dos manos de acero y de seda
que me tomarían en esta mañana
solar, para nunca soltarme; las manos
que habrían de hacerme roja siendo blanca?
¡Oh, mi primavera que logró su alma;
oh, mi primavera en sus manos fuertes
perdida y gustada!

                                         Alfonsina Storni 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Principio de incertidumbre

  



Antes de la canción, Ismael dice: “En 1927 un matemático formuló el Principio de Incertidumbre. Venía a decir algo así como que… nada se puede predecir con exactitud, siempre queda un margen de incertidumbre en el conocimiento humano. Y en ese margen de incertidumbre yo siempre pensé que estaba la música, las canciones…
El principio está relacionado con el hecho de que, el observador, por el mero hecho de ser testigo, influye en la realidad que está observando, la altera, introduce una variable de indeterminación.
Y esta noche, si a ustedes les parece bien me gustaría hacer un experimento.
Me gustaría demostrar que cada canción es diferente simplemente porque tú estás a mi lado. Cada concierto es diferente porque tú lo escuchas, porque tú cantas conmigo.
Así que, manos a la obra, nada está escrito, la historia no ha terminado.

Quizás los siguientes días sigan siendo terribles y grises, puede ser… pero puede que no, puede que todo cambie. Que los días que tienen que venir abran ventanas a la esperanza, éste puede ser un buen comienzo, éste puede ser un buen principio…. principio de incertidumbre."

miércoles, 16 de julio de 2014

La rana que quería ser una rana auténtica

 Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello. Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.
 Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una rana auténtica.
 Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.
 Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.

Fábula de Augusto Monterroso. No hace falta agregar nada más. Tal vez esté monotemática por este rincón a lunares, pero hay ciertos temas que me están arrastrando por un piso rústico y duele. 

miércoles, 11 de junio de 2014

viernes, 4 de abril de 2014

Quién es quién

  El murmullo de los transeúntes se unía al ronroneo feroz de la avenida sin embargo, la brisa suave de mañana estival y el sol cálido acompañaban la charla amena al cruzar una a una todas las cuadras que nos separaban del lugar de destino. La conversación rondaba sobre temas superfluos y clásicos frente a las futuras vacaciones quienes se acercaban, deseosas, con el correr de los días. “Esta vez no nos quedamos con las ganas del bar a orillas del mar nocturno”;  Siempre a último momento”; “Si ahora llegamos y no está lo que querés, no te acompaño más, eh…menos mal que salimos temprano para los últimos detalles.”

  Risas, reproches y propuestas hasta que el entorno se hizo presente cuando en un momento alguien que venía frente a nosotras me clavó la mirada. Escuché en voz baja ¡ay! ¿por qué te mira tanto?  Y no pude responder. En las milésimas de segundos que duró el contacto de miradas, mientras él  y yo seguíamos nuestros caminos opuestos, un  lo conozco” repetitivo me invadió de certeza difusa.  “Lo conozco” ¿Quién es? “¿Lo conozco? ¿Quién es? ¡Lo conozco! ¿Quién era? Mariposas en la panza. La reflexión me hizo dar vuelta rápido para mirarlo nuevamente, o para seguir con el contacto ya que al instintivamente mirar hacia atrás, sin necesidad de buscarlo, él, también, me estaba mirando, buscando  con la mirada y sonriendo con complicidad.  Nuevamente escuché a mi hermana, al  buscar el frente de mi camino, que me decía “Te sacó fotocopia” y como un mandato lanzaba  “¡Ya! Me decís quién era”.

  El silencio entre ambas duró una cuadra. “Ahora te cuento” le dije, sabiendo que no tenía qué decir. Contarle que había sentido algo extraño era tal vez exagerado; decirle que estaba segura de que no lo conocía era ridículo porque ella también había percibido un contacto más allá de ese micromomento. Había visto la risa entre ambos, la mirada de él antes de que yo lo percibiera…  De repente, mi hermana interrumpió  mis pensamientos un minuto y me dijo, como tantas otras veces, “no puedo dejar de mirar a la gente a la cara”. Mi respuesta, como tantas otras veces, fue “no tengo los anteojos, me gusta no ver todo tal cual es”.  Y aunque ella me tildó de exagerada y yo sé que la miopía que me afecta no es para tanto, a veces sirve de excusa para entender las situaciones que la realidad no me permite explicar. ¿Quién era? No sé. Estoy muy segura de que nunca en mi vida, desde que tengo recuerdo,  lo vi, pero sentí una conexión cotidiana y feliz. Un lazo más allá de la contemplación esporádica de dos transeúntes que se observan entre tantos y parecen atraerse.  Él me conocía y yo a él. De dónde, no lo sé.

  

miércoles, 26 de febrero de 2014

Gente de palabra

Estuvieron todo un año ofreciéndome un puesto a futuro. Se cansaron de halagarme, de demostrar los beneficios de mi presencia y hasta aventuraron posibles situaciones gratas al respecto. La certeza, que a fuerza de tanto comentario se había instalado en mí, se evaporó ferozmente cuando, con miradas cómplices, me presentaron a “la nueva” que hoy ocupa ese lugar “apalabrado”.

 Frustración,. Impotencia, sí. Papa en la garganta, ausencia de palabras, risa falsa y hasta luego. 

jueves, 13 de febrero de 2014

Estaba serena


Vuelve la rutina. Se acepta, hasta por ciertas cuestiones podría decirse que se espera. Pero…corroborar que la última alarma, en día de semana, fue para ver el amanecer en la playa, mo- les- ta. Envidio mis mañanas pasadas.


martes, 4 de febrero de 2014

Otro sueño

Soñé que estaba en una fiesta de inauguración. Era en la terraza de un edificio. Había mesas largas y mucha gente.
Allí, un hombre fijaba su mirada en mí, con dolor, con lamento, con entusiasmo, ¿con complicidad?
No sabía cómo eludir la situación y decidí acercarme o alejarme de su dolor. Pero él también se levantó, sin dejarme ir hacia su mesa se acercó y haciendo pausas profundas, con las cuales aprovechaba para mirar a sus compañeros, dijo: “no te asustes, pero es la primera vez que me pasa…Tengo poderes y estoy viendo algo… en vos. ¿Querés saber qué? “
La forma en la que había dicho “algo” no era para nada amigable. En los segundos previos a la respuesta pensé en fantasmas, en brujas, en adivinos, po- de- res. Los ojos que estaban frente a mí, se encendieron en un negro más intenso. Dije: “sí, pero sin herir susceptibilidades.”


Me desperté con la última palabra dicha en sueños en la boca, repitiéndola sin sentido y con dificultad mientras mantenía los ojos cerrados. Suscepti…, susceptibilidades, suscepti…, susceptibilidades, susceptibilidades.

domingo, 19 de enero de 2014

¿Piropos?

 Como en un momento, me obsesioné con los Narcisos digitales,  hoy quiero plantear un tema muy trillado. Una situación que se ha planteado infinidad de veces por distintos medios. El tema en cuestión: los piropos ( léase halagos, lisonjas, invitaciones, propuestas, gritos, ¿insultos?) que solemos escuchar las mujeres  al pasar despreocupadas por una esquina con varios representantes del género masculino, al esperar el colectivo, al cruzar una avenida, al tropezar con una obra en construcción…
  El gritito o el susurro pocas veces les da resultado ¿O sí?  Somos muchas las mujeres que sentimos miedo (asco, desprecio…)  al escuchar semejantes  proposiciones en pleno ajetreo  matinal. Porque, la mayoría de los piropos, no son agradables. (Con esto estoy excluyendo al que, dice alguna frase que puede sacar una sonrisa y una mirada cómplice)
  Hace poco caminaba cerca de mi barrio, sumergida en mis ideas, hasta que los cajones con mercadería de una verdulería cercana me invitaron a desear una rica ensalada. Invitación que sólo fue propia ya que al acercarme el verdulero dijo unas frases ideales para que me alejara del   lugar. Porque al escuchar ni atiné a entrar, como una boba, seguí de largo. Y escribo “como una boba” porque no creo que el piropeador se hubiera animado a practicar lo propuesto justo en ese momento, a la vista de posibles futuros clientes. ¿ O sí?
  Sin embargo, lo anterior sería lo de menos, cuando alguna vez nos tocó lidiar con un loquito que se encargó de unir a tus movimientos frases acordes con sus partes del cuerpo  por más de una cuadra, mientras el corazón se te salía de la boca al acelerar el paso.
  Siento la necesidad de exponer, de alguna manera, la cuestión,  para así encontrar en la respuesta de los hombres un indicio de lo que seguramente me estoy perdiendo. ¡Así que, espero sus respuestas, muchachos!
¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Siempre? ¿”Levantan” así? ¿Qué opinan al respecto?