viernes, 27 de noviembre de 2015

Crecí, llegué tarde, perdí algunos trenes... (3)


   Y en ese, “a veces te olvido” en el que me encuentro a pesar de los meses, el destino se empeña en cruzarnos. Hace unos días, simplemente, bastó que alguien dijera “se acuerdan de…” para que, como por arte de magia (sin exagerar), aparecieras otra vez.

  Sí.

  La puerta se abrió e ingresaste con tu inmensa sonrisa. Pediste permiso, claro, después de que otros miembros de la sala te insistieran para entrar. Me saludaste de manera rápida y percibí tu incomodidad inicial en el roce de tu mejilla junto al escurridizo “cómo estás”. Sin embargo, te adaptaste enseguida a la situación y te convertiste, obviamente, en el centro de atención general.

  Después de que abandonaste el lugar, todos los presentes me cuestionaron. Ellos  me exigían una explicación. Por eso, me gustaría preguntarte por qué, en el transcurso de la charla grupal, me mirabas tan chispeante y por qué, al mismo tiempo, te sonreías. Y te lo preguntaría, porque, justamente, al recibir esos gestos no podía dejar de corresponderlos entre tus mismos juegos de disimulos, los cuales, claramente, fueron de muy malos actores.  

  Estoy aleteando otra vez. Si al menos pudiera ser siempre etérea para no sufrir con el golpe…

martes, 29 de septiembre de 2015

Crecí, llegué tarde, perdí algunos trenes... ( 2)

  La resistencia que ejercían las alas adheridas a aquella puerta se hacía sentir (mucho). El deseo de aferrarse a algún nuevo ideal para lograr a la fuerza la ruptura, era un pensamiento repentino. Pero, no. Se seguía con ese dolor punzante de certeza pedestre.
  Hasta que un día, el dueño de la puerta apareció. Sí. Con una excusa, con varias preguntas y con, obviamente, mi respuesta inmediata. El dolor de las alas tensas, alejadas, comenzó a disminuir ya que él se estaba acercando. Otra vez los mismos planteos, otra vez los mismos disfraces y la certeza constante del “no debo”. Sin embargo, ellas aleteaban y yo, de nuevo, me dejé llevar  buscando un nudo en la trama a sabiendas del desenlace, del posible final, del…
 


  La resistencia que ejercen las alas adheridas a aquella puerta se hace sentir. El deseo de aferrarse a algún ideal para lograr a la fuerza la ruptura, es un pensamiento constante. Pero, no. Sigo con ese dolor punzante de certeza, por el momento, pedestre. 

domingo, 7 de junio de 2015

Crecí, llegué tarde, perdí algunos trenes...

  Llegué apurada y ojerosa. Me senté y no escuché sobre qué hablaban los demás. Volví al mundo real, cuando la puerta se abrió y entraste con tu inmensa sonrisa. Me saludaste distinto, claro, por primera vez acortando mi nombre y estoy segura de que mis ojos hablaron porque después del roce, más que sugerente, de nuestras mejillas, alguien me dijo “¿todo bien?” Traté de disimular mientras noté que me mirabas de reojo y esbocé alguna frase ridícula sobre el cansancio y el resfrío. Pero recibí como respuesta un “¿estás segura?” que no llegué a responder porque nuevos integrantes llegaban a la sala y entre saludos, por suerte, se perdió la apreciación. Vos, seguías sonriente.
  Entonces, a vos te digo, que después nos volvimos a cruzar y me dijiste, simplemente, “chau,nos vemos” con la misma sonrisa impecable porque, claro, había que seguir disimulando. Y me miraste con esas chispas verdes como queriéndome decir otra cosa, me gustaría creer, impedida por estar enfundados en nuestros disfraces laborales.
  A vos, que me hablaste todos los días en el momento que más lo necesitaba, que sin saberlo me brindaste el apoyo deseado y la alegría inevitable. A vos, que me saludabas con esa expresión de complicidad, aparentemente, genuina. La cual, cubría lo que en definitiva, se sentía y disimulaba en público.
  Sí. Vos. Ya sé, no querés nada serio, no me lo dijiste de manera explícita pero me lo dibujaste en cada comentario al azar. También puedo suponer que lo sucedido te cayó como un balde de agua helada y ni se te había cruzado por la cabeza,  no pudiste disimular tu actitud de sorpresa ¿no? Bueno, no sé. Tal vez la culpable soy yo. Pero me dejé llevar, sí, a mi manera.
  Ahora estoy escribiendo esto, no sé para qué,  y veo cómo el celular se carga. Ya vi que estás “en línea” y te quiero escribir un “hola” pero ¿me resisto?, me resisto de la misma manera que ese viernes a la noche cuando terminé entre tus sábanas riéndome de tu claro de luna y pidiéndote que me abrazaras más fuerte.
  No sé cómo se actúa en estos casos, te dije que vos estabas yendo muy rápido y yo necesitaba tiempo. Vos enfatizabas en que podíamos simular ser dos desconocidos en el ambiente cotidiano y ahora… ¿Vamos a terminar como dos extraños entre nosotros, también?
  Si yo no soy lo que anhelabas, si mis besos te parecieron vacíos, si mi timidez no te gustó pido, que entreabras otra vez tu puerta y me ayudes a despegar mis alas de allí. 

martes, 3 de marzo de 2015

Rápido registro onírico *

- Estaba feliz en una relación con un chico divino. Disfrutábamos de unas vacaciones en un hotel donde había varios familiares y amigas mías. Y de pronto, nos quedábamos solos en una habitación rara con varias escaleras, él me abrazaba y yo me sentía chiquita sobre su pecho, nos besábamos y se convertía en otra persona, en una piba que durante toda la infancia me traumó. Yo me alejaba, asustada, asqueada y ella/él, a mitad de mutación, se reía de mí.

-Susana Giménez visita el barrio. No soporto la locura de la gente pero me acerco a la Iglesia donde va a realizar su acto (sí, en una Iglesia). Llego y están ocupados todos los asientos, todos los costados…Una multitud se agolpa cerca del altar. El sacerdote tiene cara de resignación. Unas monjitas dicen “La Su tenía que venir para que esto se llenara”. Salgo expulsada por la cantidad de personas y veo a la estrella, a quien todos esperan en la parroquia,  en la parada del colectivo, con una capelina blanca y anteojos negros, desesperada por huir. Me acerco. Me pregunta qué micro se puede tomar. Pienso en una amiga quien es fanática de ella. Le respondo, un tanto confundida. Susana se toma el que va hasta el centro y me saluda desde la ventanilla. La gente empieza a abandonar la Iglesia, uno la ve y empieza a perseguir el colectivo. Mi amiga me reprocha la actitud.

- Un chico me seguía por la calle. Asustada elegía quedarme en una parada de micros. El chico se quedaba cerca de mí. La gente se alejaba en el colectivo indicado. Él me daba charla. Me quería robar la campera de cuero. Yo, de pronto, me sentía atraída por él. No sabía cómo manejar la situación. Le daba la campera, él se iba contento y yo me quedaba con ganas de algo más.

- Me despierto y descubro que me quedé dormida. Voy, desesperada, al baño. Empiezo a escupir dientes. Sonrío, con una carcajada poco cuerda y me veo los grandes espacios frente al espejo.Cierro la boca. Mi lengua se entretiene con los "agujeros".

-Tenés 19, no importa,ya fue” Camino de la mano con un chico que, en el pasado, fue mi alumno. Por el trato parece un noviazgo. No me reconozco en ninguno de los ideales que comento en esa extensa caminata con él. Focalizo mucho mi mirada en sus ojos celestes y  sobre todo, en su barba rubia. 

-Estoy cansada de subir la escalera. Nunca termina y es tan raro todo. Parece que está en el aire. A los costados, otras escaleras vacías, decoran pero, al contrario de la que piso, no llevan a nada. Me despierto. Me duermo y sigo subiendo esa calera sin fin.

-Hablo con un hombre mayor, de ojos tristes y cristalinos, en una habitación que sólo tiene dos sillas, las nuestras, y una puerta marrón. Por momentos siento que estamos encerrados, pero no parece importarme, estamos hablando tan bien y él cuenta cosas tan interesantes, las cuales no recuerdo, que apoyo la espalda en el respaldo de madera y me relajo.

- Era un personaje de La invención de Morel. No recuerdo exactamente quién era yo, supongo que una más del montón... Lo que sí sé es que me desperté diciendo frases que, con el correr de la mañana, olvidé y a pesar de que desayuné posando mis ojos sobre el libro, no las encontré.


- Tengo los dientes tan torcidos y se mueven tanto que al momento de hablar sólo puedo repetir “fuufuuufuuf” con un dolor punzante en toda la boca debido al entrecruzamiento de piezas dentales.

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* El porqué: Escribí en esta entrada, a fuerza de rápidos recuerdos, algunos sueños del 2014 y dos de 2015.Los tenía bien escritos y con lujos de detalles, en una libretita cuya función únicamente era para registrarlos… pero desapareció. Años anteriores me pasó lo mismo con archivos de Word. Los que conté por este medio, no desaparecieron, así que, acá quedan estos “nuevos”. Obviamente algunos tienen significado simbólico a favor o en contra de lo vivido y otros los siento tan ajenos, que, simplemente, me asustan.

Quedan escritos, sueños, sean libres. No hablen tan mal de mí.

viernes, 13 de febrero de 2015

¿Por qué siempre nos tenemos que adecuar a los otros?

  Hay una fecha que me convierte en más problemática. Un día en  el cual, parece, voy en contra del mundo y él se empeña en mostrármelo, en cada llamado, en cada visita, en cada mensaje. Fue, en otras ocasiones un día festivo, torta, velitas, comida, familia, amigos, salida, pseudodescontrol pero… Tal vez comentando cómo en esa jornada todas las luces  de la filmación mental apuntan a la misma persona, a mí, se entienda el calor interno y el rechazo.

  Entonces…plantear la idea de vivir mi cumpleaños como un día normal, o peor aún, un día para estar en mi casa, así, sin más, respondiendo los llamados… para varios es motivo de locura.  Es impulso necesario para hablar, en secreto, sobre lo mal que estoy o sobre las rarezas de mis vivencias. 

   Mi respuesta frente a la cuestión: ¿Por qué siempre nos tenemos que adecuar a los otros? Otros, “mis otros”, los que me quieren, los que siempre están pretendían aunque sea una reunión nocturna tranquila, un encuentro vespertino, o una luz verde para aparecer en casa. Pero esta vez dije no. En esta circunstancia, planee una huida con la familia de origen y aunque no resultó a la perfección porque apareció mi abuela con su ramito de flores y su saludo “felices 25+ 2”, fui feliz así, recluida, refugiada y en pijama.



jueves, 5 de febrero de 2015

Frente al mar

 1
¿La ola no tiene forma?
En un instante se esculpe
y en otro se desmorona
en la que emerge, redonda.
Su movimiento, es su forma.

2
Las olas se retiran
-ancas, espaldas,nucas-
pero vuelven las olas
-pechos, bocas, espumas-.

3
Muere de sed el mar.
Se retuerce, sin nadie,
en su lecho de rocas.
Muere de sed de aire.

                                             Octavio Paz