Como en un momento, me obsesioné con los Narcisos digitales, hoy quiero plantear un tema muy trillado. Una situación que se ha planteado
infinidad de veces por distintos medios. El tema en cuestión: los piropos ( léase
halagos, lisonjas, invitaciones, propuestas, gritos, ¿insultos?) que solemos
escuchar las mujeres al pasar
despreocupadas por una esquina con varios representantes del género masculino,
al esperar el colectivo, al cruzar una avenida, al tropezar con una obra en
construcción…
El gritito o el susurro pocas veces les da
resultado ¿O sí? Somos muchas las
mujeres que sentimos miedo (asco, desprecio…) al escuchar semejantes proposiciones en pleno ajetreo matinal. Porque, la mayoría de los piropos,
no son agradables. (Con esto estoy excluyendo al que, dice alguna frase que
puede sacar una sonrisa y una mirada cómplice)
Hace poco caminaba cerca de mi barrio,
sumergida en mis ideas, hasta que los cajones con mercadería de una verdulería
cercana me invitaron a desear una rica ensalada. Invitación que sólo fue propia
ya que al acercarme el verdulero dijo unas frases ideales para que me alejara
del lugar. Porque al escuchar ni atiné a entrar,
como una boba, seguí de largo. Y escribo “como una boba” porque no creo que el piropeador
se hubiera animado a practicar lo propuesto justo en ese momento, a la vista de
posibles futuros clientes. ¿ O sí?
Sin embargo, lo anterior sería lo de menos,
cuando alguna vez nos tocó lidiar con un loquito que se encargó de unir a tus
movimientos frases acordes con sus partes del cuerpo por más de una cuadra, mientras el corazón se
te salía de la boca al acelerar el paso.
Siento la necesidad de exponer, de alguna
manera, la cuestión, para así encontrar
en la respuesta de los hombres un indicio de lo que seguramente me estoy perdiendo.
¡Así que, espero sus respuestas, muchachos!
¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Siempre? ¿”Levantan” así?
¿Qué opinan al respecto?