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Caperucita sólo tiene dieciséis
primaveras sin flores, papá le dice: "Ven.
Caperucita eres joven y tienes que aprender
a ocuparte de la casa, que serás una mujer.
Para que seas buena esposa
y no envejezcas sola,
en la cama y la cocina has de saber
alegrar a tu marido y cuidar a cada hijo,
que te atrapa tu destino,
que has de ser madre y esposa".
Y la pobre Caperucita llora.
"Quiero volar, lejos de aquí escapar.
Dime, mi bien, quién me llorará
si me dan alas y echo a volar.
Quiero dormir, no quiero despertar,
quiero ser la lluvia al otro lado del cristal,
quizás alguien me espere en la oscuridad".
Una fría tarde Caperucita iba
a casa de su abuela a llevarle comida,
cuando se encontró con un lobo feroz.
"Dime dónde vas niña, que te acompaño yo".
La muchacha se supo perdida.
Gritaba Caperucita
mientras la devoraba el lobo.
Bajo la falda del vestido
estallaron los dormidos
sueños que en la noche
la mantenían viva. Pobre Caperucita.
"Quiero volar, lejos de aquí escapar.
Dime, mi bien, quién me llorará
si me dan alas y echo a volar.
Quiero dormir, no quiero despertar,
quiero ser la lluvia al otro lado del cristal,
quizás alguien me espere en la oscuridad".
Una gris mañana Caperucita se casó,
vestida de blanco, bella como una flor.
Su marido, muy elegante, otro lobo feroz,
y su padre orgulloso lloraba de emoción.
Ahora cada noche el lobo la devora,
clava sus dientes, y llora
Caperucita mientras espera a que un aullido
le diga que el dormido animal despertó.
Después descansa tranquilo el malvado lobo feroz.
La cara de Caperucita alumbra una sonrisa
mientras mece una cuna. En ella está una niña,
quizás futura oveja para un lobo feroz,
a no ser que afortunada la rescate tu amor.
Caperucita la arrulla contra el pecho
y un murmullo lento y lleno
de esperanza y vida,
canta Caperucita.
"Quiero volar, lejos de aquí escapar.
Dime, mi bien, quién me llorará
si me dan alas y echo a volar.
Quiero dormir, no quiero despertar,
quiero ser la lluvia al otro lado del cristal,
quizás alguien me espere en la oscuridad.
Quiero volar".
Hay existencias que suceden (se suceden) como eslabones de una larga cadena, tan larga que se confunde con las raíces de un viejo bosque vernáculo (¡cuánto adjetivo!); a veces, educar es lo mismo que inocular muros en un espíritu,
ResponderEliminarHermosa canción, gracias por compartir.
Un abrazo.
Respecto a Abel Sánchez, de Unamuno, no lo leí. Acabo de wikipediarlo. ¿Está bueno?
ResponderEliminarPobres todos los Caínes y Joaquínes de la historia.
Abrazo y gracias por pasar.
"Caperucita" fue el primer tema que escuché de Ismael...y de ahí en más es otra la historia...
ResponderEliminar¡Nunca había leído sus comentarios!
ResponderEliminarJuan Ojeda: Somos muchos los contaminados,entonces!! Muy bueno tu comentario "adjetivoso"
Guille: Está bueno. Es de lectura rápida...si tenés ganas aprovechá la intertextualidad bíblica ( y dejá que te sorprendan otras implicancias) Ábel y Joaquín tranquilamente podrían aparecer en alguna de tus historias.
Martín: Te entiendo.El año pasado en el concierto la cantó cuando muchos ya habían abandonado el teatro y las luces ya estaban encendidas...Estuvo bárbaro. (Ahora quiero recordar cuál fue la primera canción de Ismael que escuché,se entremezclan, todas adquieren relevancia pero sé que "Caperucita" no,sin embargo-también- de ahí en más fue otra la historia.)