Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello. Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl. Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una rana auténtica. Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían. Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo. Fábula de Augusto Monterroso. No hace falta agregar nada más. Tal vez esté monotemática por este rincón a lunares, pero hay ciertos temas que me están arrastrando por un piso rústico y duele. |
( Un lunar es una mancha en el rostro u otra parte del cuerpo, producida por una acumulación de pigmento en la piel. Este blog tal vez contenga pigmento lunático )

miércoles, 16 de julio de 2014
La rana que quería ser una rana auténtica
miércoles, 2 de julio de 2014
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