La resistencia que ejercían
las alas adheridas a aquella puerta se hacía sentir (mucho). El deseo de
aferrarse a algún nuevo ideal para lograr a la fuerza la ruptura, era un
pensamiento repentino. Pero, no. Se seguía con ese dolor punzante de certeza
pedestre.
Hasta
que un día, el dueño de la puerta apareció. Sí. Con una excusa, con varias
preguntas y con, obviamente, mi respuesta inmediata. El dolor de las alas tensas,
alejadas, comenzó a disminuir ya que él se estaba acercando. Otra vez los
mismos planteos, otra vez los mismos disfraces y la certeza constante del “no debo”. Sin embargo, ellas aleteaban y
yo, de nuevo, me dejé llevar buscando un
nudo en la trama a sabiendas del desenlace, del posible final, del…
La resistencia que ejercen las alas adheridas
a aquella puerta se hace sentir. El deseo de aferrarse a algún ideal para
lograr a la fuerza la ruptura, es un pensamiento constante. Pero, no. Sigo con
ese dolor punzante de certeza, por el momento, pedestre.
Hola, soy Mr. Popo desde otra cuenta. Toda esta certeza y dolor me hacen acordar a este pedacito del Havamal:
ResponderEliminarDe sabio el hombre lo justo tenga,
nunca sabio en exceso;
más bella es la vida de todos los hombres
que saben mucho.
De sabio el hombre lo justo tenga,
Eliminarnunca sabio en exceso;
pues el alma del sabio rara vez está alegre
si es sabio en demasía.
Sabio a medias ha de ser cada uno,
nunca sabio en exceso;
su destino nadie lo prevea
y su alma no tendrá penas.
Escribís de una manera tan tan linda, Luna... Y demás está decir que te entiendo... y mucho.
ResponderEliminarNada más. Esta entrada es una entrada que posiblemente hubiera escrito hacía sólo un par de semanas.
Abrazo para vos... ¡Y de los fuertes!
Nunca me había pasado, y creo que jamás me volverá a suceder, el entender tantas cosas en tan pocas líneas. Me refiero a un pequeño texto de Helge Krog que leí hace algunos años. No sé si fue una "revelación", me sonó más bien a cascotazo en la nuca (un cascote grande)... Se titula: "La ruptura"...
ResponderEliminarElla esperaba que todo lo que había ocurrido, nos ayudaría a salir de nosotros mismos, y emprender una nueva vida. Pero no pudo ser, fue demasiado tarde. Habíamos construido los muros a nuestro alrededor, tan anchos y espesos, que al final fueron más fuertes que nosotros. Y aunque tuviésemos corazón para derrumbarlos, no tendríamos fuerza para ello. Queríamos hacer algo inconcebible. Queríamos parar la corriente de la vida y guardarla. Creíamos que lo habíamos conseguido, que ya teníamos apresada la corriente, pero no observamos que entonces, ya no había corriente, tan sólo había un remolino.
Tú puedes tener una orilla junto a un río, y fuerza en el río cuando pasa por delante de ti, puedes poseer la vida cuando pasa por ti. Pero el río, la corriente, eso no puedes tenerlo, No puedes poseer la vida, seguirá su curso, hacía el mar. Si pretendes pararla, tenerla, entonces se muere en ti y entonces mueres tú mismo, porque la vida no está en ti.
Nadie se da cuenta del día, hasta que se pone el sol.
Saludos vertiginosos :p
Este texto tuyo, mi querida Luna, me hizo acordar de inmediato a Dédalo e Icaro, cuando a este último se le derritieron las alas al escapar del laberinto del minotauro por volar cerca del sol. Ni en la tierra ni el cielo están la libertad, reina. Un beso grande!
ResponderEliminarMr. Popo,Veinteava,Dan y Gastel Etzwane:
ResponderEliminarAy, ay, ay... cómo me gustaron sus comentarios.
Debo decirles que me dejaron sin palabras, considero que no debo agregarles nada más. ¡Les agradezco mucho,mucho,mucho!